Por Fernando López Macari

Desde que asumí el cargo como Presidente Nacional del Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF) he insistido en diversos foros públicos y privados en la necesidad de una Reforma Fiscal Integral, que incentive las inversiones e incremente la base de contribuyentes.

En este sentido, el IMEF ha elaborado de manera individual y colegiada, diversas propuestas de Reforma Fiscal, con el fin de que México alcance los niveles de recaudación que apuntalen su crecimiento económico, todo ello en el marco de los principios constitucionales de equidad, justicia y proporcionalidad.

Estamos ciertos que la reforma tributaria constituye un instrumento de política económica y de ahí la trascendencia de fortalecer al sistema tributario mexicano, que inmerso en la globalización, compite hoy más que nunca con el resto del mundo en la captación de inversiones, principalmente después de la recién aprobada reforma tributaria de Estados Unidos.

De acuerdo al documento Estadísticas Tributarias en América Latina y el Caribe 2017, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México logró incrementar en 2.3 puntos porcentuales del Producto Interno Bruto (PIB) sus ingresos tributarios entre 2014 y 2015, para ubicarlos en 17.4%, que si bien es una alza significativa, aún está lejos de los índices de otras economía de la región, como el 32% de Brasil, el 32.1% de Argentina y 20.6% de Chile.

Bajo este contexto y en un estricto propósito de mejorar la competitividad nacional, el IMEF reitera la urgencia de mejorar el marco tributario mexicano, con el fin de ofrecer un esquema que se acerque, iguale o aventaje la oferta fiscal de los países con que compite, los cuales ofrecen esquemas en donde los impuestos al gasto (impuestos indirectos) son la base de la recaudación.

Es por ello que el IMEF pugna –entre otras medidas- por un Impuesto al Valor Agregado (IVA) generalizado, que incluye alimentos y medicinas, con una canasta básica a una tasa menor (en atención a la población más vulnerable). Lo anterior, por considerar que ésta es la mejor forma de hacer eficiente un impuesto indirecto de este tipo y lograr que alcance su potencial máximo de recaudación. Dicha medida permitirá ampliar la base de contribuyentes, para que de acuerdo al mandato constitucional, todos los mexicanos con capacidad contributiva aporten al gasto público.

Y para continuar expandiendo nuestra economia y salir en busca de más y mejores inversiones, también es prioritaria la reducción del Impuesto Sobre la Renta (ISR), la cual no podría implementarse de manera aislada, ya que tendría que ir acompañada de la aplicación de un IVA generalizado (como se ha mencionado), de manera tal que la posibilidad de un efecto negativo en las finanzas públicas sea neutralizado.

En concreto, no debe desaprovecharse la oportunidad que en este momento se nos presenta, para implementar de una vez por todas, la reforma fiscal que México requiere para hacer frente a todos sus compromisos, pero muy particularmente a aquellos que están relacionados con la inversión social.

Somos conscientes de que es un año electoral, pero la reforma fiscal es impostergable; el entorno económico así lo exige y por ello, en el IMEF no dejaremos de insistir en que una reforma fiscal es un acto de responsabilidad profesional, ya que se está construyendo la nueva plataforma de desarrollo económico de nuestro país bajo el techo de una nueva realidad geopolítica y económica, lo cual sentará las bases de nuestra economía no solo para el siguiente sexenio, sino por lo menos, para las siguientes dos décadas. ¿Quién no desea ver más fortalecido a México? Hagamos lo necesario para que esto sea posible.

EL FINANCIERO

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